Hoy, 24 de febrero, Gmail se ha caído a las 11,30 de la mañana. Cientos de millones de usuarios -entre los que me incluyo- que dependemos del popular correo de Google estamos atónitos. Es como si nos quitaran la luz o casi, el acceso a Internet. Porque el correo es hoy, incluso antes que el teléfono, la herramienta de productividad más eficaz.
Y lo grave es que llevamos más de dos horas de apagón y lo único que sabemos del tema es un mensaje de error 502 frío y escueto. Y para empresas como la nuestra donde toda la gestión del correo, la comunicación por chat o la compartición de documentos se realiza a través de los servicios de Google, el daño es grande. Por supuesto que podemos utilizar cuentas de correo alternativas, pero el desconcierto ocasionado es terrible.
Esta situación inédita en los últimos meses me da que pensar sobre los riesgos de tener todos nuestros datos en la nube. Porque las ventajas son evidentes pero el peligro -como estamos sufriendo en nuestras carnes hoy-también. Con el agravante de que si te falla un proveedor, pues llamas al servicio técnico y lo intentas arreglar. Pero si te falla Google, en un servicio para más inri, gratuito, ¿qué haces? Pues cruzar los dedos.
Habrá que estar atento a la explicación oficial de Google, pero hoy hemos aprendido en carne propia que hay que tener alternativas. Y que lo de las copias de seguridad en local siguen siendo hoy por hoy básicas.