Que Internet deja una huella difícil de borrar de nuestras acciones no lo duda nadie. Si queremos saber algo de alguien lo primero que hacemos es ir a Google a ver que pasa. Qué hace, dónde sale posicionado en el buscador, cómo piensa… Esto ya funciona así pero, dónde va a acabar…
Leo dos noticias hoy en los titulares que van por esta línea. La primera, ubicada en Italia donde, por decisión gubernamental, se han puesto totalmente accesibles para cualquier internauta, los datos fiscales de los cuarenta millones de contribuyentes. Y no es que tengamos nada que ocultar la mayoría de los usuarios, pero acostumbrados a no decir lo que ganamos ni a nuestra pareja el que de golpe y porrazo se desnude fiscalmente hablando a la gente, tiene su cosa. Por no pensar en el peligro que supone estas listas para bandas de mafiosos que pueden elegir presa desde el ordenador de su casa. O cómo vas a ir a trabajar al día siguiente cuando te enteras que tu jefe, ese que no da golpe, gana cinco veces lo que tú.
La otra noticia es más local. Trata de Ismael el “máquinas”, un loco de los coches que se ha hartado de hacer carreras ilegales por toda Mallorca. Pues bien, le han pillado in frangati en una y, cuando han tirado de la cuerda han descubierto que colgaba sus hazañas ilegales en Internet, en YouTube para más señas. Muy listo él, si señor. Ahora le va a caer un buen paquete por su vanidad.
Pues eso, cuidado con lo que publiquemos de una forma u otra en la Red, porque no se puede borrar fácilmente y nos acompañará toda la vida, como un expediente virtual al alcance de amigos… y enemigos.